Toda la vida queriendo ser todoterreno para garantizarnos la igualdad real con los hombres y lo único que hay de real es que las mujeres no nos enteramos. Ser perfecta, guapa, lista, enérgica y mantener, obviamente una súper sonrisa perenne está demodé. Qué lo sepas. Antigua que eres una antigua. ¡Rancia!
Ahora lo que se lleva es no saber nada. Casarse con alguien muy listo y que te tiene hipnotizada. Tú solo gestionas la calderilla de casa. Los grandes números, tu marido. Tú solo has de preocuparte de firmar todo lo que te diga tu maridito sin preguntar. Porque has venido al puto mundo para hacer bonito. Eso es así. No eres la más guapa, ni a la que mejor le sienta una verruga o un bronceado las cuatro estaciones del año. Eres simplemente una Infanta o Ana Mato, dos mujeres normales locas de amor por sus maridos. Escribo yo eso para una película y no me cuela ni como comedia. Me la echarían para atrás. Me dirían: “pero vamos a ver, hija mía, que estamos en el 2017” y yo les diría: “Rosalía Iglesias”. Y ellos dirían: “¡uf! No es creíble”.
Pero luego les pondría encima de la mesa a Pantoja y Maite Zaldívar y ya me darían una patada y me dirían: Basta. Fuera de aquí. Vuelve cuando tengas algo interesante y actual.
Tenemos que diferenciar entre dos tipos de mujeres: las mujeres “pisa moqueta”, es decir, las que tienen carrera y cargos de responsabilidad que no entran en prisión y las que pisan escenario televisivo. Estas últimas van a la cárcel. ¿Cuál es el puto truco para no entrar en la cárcel?. No hablar. Acabamos de descubrir que el truco es no hablar, porque cuando hablas, disipas dudas. Así que tú, mujer florero, lo que tienes que aprender es a NO hablar.
Teniendo claro el concepto, podremos ir a Suiza y no saber que ese sofá en el que estamos sentadas es la banca privada de un paraíso fiscal, podremos firmar documentos, aceptar joyas, coches y luego, si ya no estamos enamoradas, pues nos divorciamos. Pero, al parecer, una se acostumbra a no entender nada de la vida. Debe ser que prefieren hacer bíceps con las copas de champagne y las pulseras de pedería. Yo no lo sé, pero tienen pinta de pesaditas. Las piedras.
Qué distintas son de Janet Yenner. La presidenta de la Reserva Federal tiene un problemón que poco tiene que ver con los confetis. Tiene a Trump. Un ser de idéntico bronceado caribeño que la Mato. Hasta ahí, cualquier paralelismo que se pueda establecer.¿Te imaginas que su marido George Akerlof (premio de Nobel de economía en 2001) no sabe qué contestar cuando le dicen por qué hay un Boeing 747 aparcado en el jardín? No quisiera comparar a las mujeres antes mencionadas con un premio Nobel, y menos de economía, pero otras están cerca de perfiles similares y bueno, no es tan descabellado el tema.
Qué poco les cuesta poner cara de póker y decir lánguidas que no sabían nada. Escuelas de interpretación llenas de talento y resulta que lo que la vida te da, la escuela te lo quita. Aquí la definición perfecta de maridaje: “ La escuela de la vida”.
Pero centremos el problema:¡ Qué pasa con los superpoderes de esos hombres! ¡Son fogonazos! Las dejan K.O. Honestamente, tengo miedo de enamorarme de un “hombre fogonazo” que neutralice mis capacidades intelectuales para hacer el mal. Esos hombres están por todas partes y en todos los sectores. ¡Tengo miedo!.
Tú, mujer de a pie, no te preocupes porque ellos no se fijan en tías como tú: mujeres que tenéis 6 cerebros para gestionar la economía de vuestras vidas. En todo caso, os tangará vuestro banco con el fogonazo del amor de las cláusulas suelo, las preferentes de turno o lo opaco que en ese momento esté de moda. Estrobos en tu cara produciéndote un ataque epiléptico de placer. Eso es amor.
Ana Mato, la Infanta, la de Bárcenas, la Pantoja, La ex de “cachuli”.. todas, todas son víctimas de su infinita capacidad de amar, que es directamente proporcional a la anestesia cerebral y decrepitud intelectual fulminante e inmediata que sufren al mirar a su media costilla.
En los contratos fraudulentos estampan sus firmas porque ellas, entre tanta letra pequeña, solo ven poesía.
No las condenen ( de hecho no se las condena) porque, señoras y señores, es un delito por amor. Y por amor, se perdona todo. Hasta los cuernos. Hasta las peinetas.