Se dice, se comenta, se rumorea que Jill Abramson fue despedida como directora del NY Times porque comenzó una guerra que no podía ganar: A saber ,¿El porqué cada vez es más difícil “justificar “ una filtración sin que se entienda que “atentas” contra la seguridad nacional? Pues no: Investigar cuál era el salario de su predecesor en el cargo y exigir, al menos, un trato igualitario.
No es la primera y tampoco será la última que intente, sin éxito, demandar esa ansiada justicia. Mujeres que han renunciado a todo por demostrar que son iguales y por tanto capaces de aguantar el ritmo y el tirón de la exigencia de un mercado, cada vez más masculinizado, pero con un rollo muy femenino. Lo femenino está de moda.
Se lleva el disimular que somos machistas o al menos, que tenemos un matriarcado todavía educando en lo masculino. Me hago un puto lío, de verdad: ¿no sería más fácil que hubiera una igualdad real y que luego no hubiera que hacer discriminación positiva?. Por ejemplo: si acabo de parir y quiero que mi pareja, en caso de tenerla, comparta la baja por paternidad y yo pueda incorporarme a mi puesto de trabajo (con los puntos de la cesárea tiernos) me apetecerá hacerlo siempre y cuando mi trabajo me guste, me realice y/o me satisfaga. Si tengo un trabajo muy físico o soy algo parecido a prostituta -por poner un ejemplo que todos podamos entender- no querré volver. Escucha, tómate la pastillita que te voy a rebelar algo que te puede producir un amago de infarto y cuatro arritmias nerviosas: No somos Noruega. Es una igualdad ilusoria. No quiero esa igualdad. Sin embargo, si cambiara el tejido productivo y por fin puedo dedicarme a algo relacionado con mi “know How” sería mucho más … gratificante incorporarme y que mi maridito le cambiara los dodotis a neo nato. Que se encargara de la mierda, hablando en sucio. Pero todo esto carecería de sentido alguno si yo fuera feliz ,y la mejor forma de serlo sería, si al salir de trabajar un día cualquiera en horario de oficina, viera el sol. He aquí un tema espinoso, necesario: el cambio de hora. Para una cosa buena , bonita y barata que tenemos en España y nos empeñamos en destrozarla. Somos extorsionadores de lo bonito. Auto saboteamos nuestros activos. El sol da alegría, la alegría da felicidad y la felicidad da ganas de poner una sonrisa cuando llegas a casa y tu marido ( en caso de tener pareja, que este sea un hombre y que hayas decidido casarte: polinomio heterogéneo e incompleto) haya hecho todo mal y entonces tú le expliques como ya le explicó tu abuela a su marido y tu madre a tu padre, que eso, “ mi vida” no se hace así y que ya te encargas tú. Que te sale más a cuenta ( prosigues) hacerlo tú de inicio, que rectificar algo que está mal hecho.
Así que supongo que Jill, en sus clases magistrales en Harvard, estará harta de contar, que hemos de luchar por equiparar los derechos de hombres y mujeres y que adoptar una morfología mental y una orografía emocional más masculinizada para luchar en el mismo barro, no es bajarse los pantalones o quitarse la falda, sino una cuestión de estrategia. Claro, claro.